“De aquí somos” Tlaquepaque.
Pensé que a mi modo podía inaugurar una serie de post
sobre mi pueblo, la ciudad a la que he estado atado, en la cual vivo cómodo, la
ciudad que me gusta y me disgusta, sitio
de aventuras, anécdotas y añoranzas, San Pedro Tlaquepaque.
Más allá de la historia oficial, un sitio, un lugar tiene
una geografía física y humana determinada, el pueblo son sus gentes, sus pequeñas historias que se
entrelazan con la historia que nos cuentan paso
pero que siempre lleva el sesgo del interés del autor, del amor, el odio
o la indiferencia por un terruño, por los matices y las interpretaciones.
Y me vino hoy a la
cabeza Cristina Pacheco una de mis conductrices favoritas jujuju, y su programa
“Aquí nos toco vivir” y pensé en hacer un post inaugural tratando de investigar
y presentar la vida de personajes, comidas, rincones, leyendas y recorrer las
calles del municipio.
Ser de Tlaquepaque marca,
y su marca, su sello se nota en que para los Tlaquepaquenses y en
especial los habitantes de San Pedro y las delegaciones hay un sentimiento de
vivir en un pueblo y no en una colonia o fraccionamiento, las familias aún se
conocen, los apellidos aún forman parte del entramado local y de negocios y en
general hay ramas, rubros y destinos que se entrelazan entre los habitantes de
manera singular.
El espíritu de los habitantes de la villa alfarera tiene que ver con la historia de un pueblo
que nace como satélite de Guadalajara la capital de la Nueva Galicia, una loma
barrosa de la cuál toma su nombre que por su cercanía, ubicación, norias y
vista ocupo la sede de descansos de la
oligarquía tapatía, inmensos chalets, casas con patios de fuentes amplias, con paredes altas de adobe y techos a 6
metros con cielos rasos y pinturas de antaño hoy aún se conservan, algunas como
decrepitas mansiones que hacen eco de la riqueza pasada y otras novas y
brillantes con pisos de cerámica que al mojarse huelan a gloria, con macetas de
malvas y geranios, rosales y palmas que hacen el ornato perfecto en las cálidas
tardes de San Pedro.
Hablar de Tlaquepaque es eco de la canción Guadalajara
donde describe la vida en sus parianes Y alfarerías, la tradición en el manejo del barro se pierde en
los años, en la colonia, donde hay registros que la tierra de Tlaquepaque era considerada virtuosa para hacer ollas y
tarros, jarrón y bacines, incluso hace poco descubrí una curiosa nota sobre el
consumo de barro de esta región en la corte de los Austrias en el palacio del Escorial y en la corte que fue
retratada en las meninas, donde una de las infantas sostiene una especie de
depósito que si bien se creía contenía agua, jugo o vino en realidad era un
artilugio donde las damas españolas
llevaban tierra para comer, si, tierra comestible que debido a sus propiedades
se daba a las mujeres en el embarazo y por debilidad y era de Tlaquepaque dicho
producto exótico aunque no se sí exquisito, lo cierto es que aquí cuando llueve
el olor a barro que aún permanece en los jardines y parques enamoro los
sentidos con su fragancia singular.
Desde esos lejanos ayeres han pasado muchos años, los
modos de producción y la forma y composición de la sociedad de
Tlaquepaque ha cambiado, durante la primera mitad del siglo XX Guadalajara
y San Pedro se acercaron hasta tocarse, primero el Boulevard de gigantes(eucaliptos) que iba desde la
garita y luego plaza de la Bandera hasta la Pila Seca conecto en una vía moderna la ciudad y el
pueblo, la construcción en los gobiernos de Adolfo López Mateos y Miguel alemán
de casas para los maestros y
funcionarios del estado en la “Quinta Velarde” y luego el centro universitario
de ingenierías y ciencias exactas
significo un polo de desarrollo
para nuevas colonias, el paradero, jardines del paradero, la colonia
Atlas en la parte posterior del gran campo del equipo en la convergencia de Río
Nilo y Boulevard Tlaquepaque, la extensión de Rancho Blanco y el ensanche tras
el cementerio de San Pedro hizo que un buen número de habitantes crearan un
puente entre las otrora distantes poblaciones y que hasta hoy sigue en transformación
con centros comerciales como FORUM o las instalaciones del CODE (deportivo
estatal)Paradero.
De los enormes árboles que alguna vez hicieron el paseo una arboleda como un bonito
parque donde las familias pasaban las tardes de domingo bañándose en norias a
los márgenes hoy no queda mucho, solo algunos ejemplares de eucalipto resisten
en patios de trailers y baldíos o en algún negocio que salvaguarda la sombra de
los colosos casi centenarios.
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