viernes, 20 de diciembre de 2013

De aquí somos... de San Pedro Tlaquepaque


De aquí somos” Tlaquepaque.

Pensé que a mi modo podía inaugurar una serie de post sobre mi pueblo, la ciudad a la que he estado atado, en la cual vivo cómodo, la ciudad que  me gusta y me disgusta, sitio de aventuras, anécdotas y añoranzas, San Pedro Tlaquepaque.

Más allá de la historia oficial, un sitio, un lugar tiene una geografía física y humana determinada, el pueblo  son sus gentes, sus pequeñas historias que se entrelazan con la historia que nos cuentan paso  pero que siempre lleva el sesgo del interés del autor, del amor, el odio o la indiferencia por un terruño, por los matices y las interpretaciones.
Y  me vino hoy a la cabeza Cristina Pacheco una de mis conductrices favoritas jujuju, y su programa “Aquí nos toco vivir” y pensé en hacer un post inaugural tratando de investigar y presentar la vida de personajes, comidas, rincones, leyendas y recorrer las calles del municipio.

Ser de Tlaquepaque marca,  y su marca, su sello se nota en que para los Tlaquepaquenses y en especial los habitantes de San Pedro y las delegaciones hay un sentimiento de vivir en un pueblo y no en una colonia o fraccionamiento, las familias aún se conocen, los apellidos aún forman parte del entramado local y de negocios y en general hay ramas, rubros y destinos que se entrelazan entre los habitantes de manera singular.

El espíritu de los habitantes de la villa alfarera  tiene que ver con la historia de un pueblo que nace como satélite de Guadalajara la capital de la Nueva Galicia, una loma barrosa de la cuál toma su nombre que por su cercanía, ubicación, norias y vista ocupo  la sede de descansos de la oligarquía tapatía, inmensos chalets, casas con patios de fuentes amplias,  con paredes altas de adobe y techos a 6 metros con cielos rasos y pinturas de antaño hoy aún se conservan, algunas como decrepitas mansiones que hacen eco de la riqueza pasada y otras novas y brillantes con pisos de cerámica que al mojarse huelan a gloria, con macetas de malvas y geranios, rosales y palmas que hacen el ornato perfecto en las cálidas tardes de San Pedro.

Hablar de Tlaquepaque es eco de la canción Guadalajara donde describe la vida en sus parianes Y alfarerías, la  tradición en el manejo del barro se pierde en los años, en la colonia, donde hay registros que  la tierra de Tlaquepaque  era considerada virtuosa para hacer ollas y tarros, jarrón y bacines, incluso hace poco descubrí una curiosa nota sobre el consumo de barro de esta región en la corte de los Austrias en  el palacio del Escorial y en la corte que fue retratada en las meninas, donde una de las infantas sostiene una especie de depósito que si bien se creía contenía agua, jugo o vino en realidad era un artilugio donde las damas  españolas llevaban tierra para comer, si, tierra comestible que debido a sus propiedades se daba a las mujeres en el embarazo y por debilidad y era de Tlaquepaque dicho producto exótico aunque no se sí exquisito, lo cierto es que aquí cuando llueve el olor a barro que aún permanece en los jardines y parques enamoro los sentidos con su fragancia singular.

Desde esos lejanos ayeres han pasado muchos años, los modos de producción y la forma y composición de la sociedad  de  Tlaquepaque ha cambiado, durante la primera mitad del siglo XX Guadalajara y San Pedro se acercaron hasta tocarse, primero el Boulevard  de gigantes(eucaliptos) que iba desde la garita y luego plaza de la Bandera hasta la Pila Seca  conecto en una vía moderna la ciudad y el pueblo, la construcción en los gobiernos de Adolfo López Mateos y Miguel alemán de  casas para los maestros y funcionarios del estado en la “Quinta Velarde” y luego el centro universitario de ingenierías y ciencias exactas  significo un polo de desarrollo  para nuevas colonias, el paradero, jardines del paradero, la colonia Atlas en la parte posterior del gran campo del equipo en la convergencia de Río Nilo y Boulevard Tlaquepaque, la extensión de Rancho Blanco y el ensanche tras el cementerio de San Pedro hizo que un buen número de habitantes crearan un puente entre las otrora distantes poblaciones y que hasta hoy sigue en transformación con centros comerciales como FORUM o las instalaciones del CODE (deportivo estatal)Paradero.

De los enormes árboles que alguna vez  hicieron el paseo una arboleda como un bonito parque donde las familias pasaban las tardes de domingo bañándose en norias a los márgenes hoy no queda mucho, solo algunos ejemplares de eucalipto resisten en patios de trailers y baldíos o en algún negocio que salvaguarda la sombra de los colosos casi centenarios.

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